Domingo de Resurrección. Las Reinas del Encuentro de la Hermandad.
La Reina lleva en sus manos un estandarte con la inscripción “Aleluya” y está acompañada por sus dos camareras que llevan sendas palmas y numerosos pajes que portan la enorme cola del traje.
En el momento del Encuentro, la Reina pregona con fuerte voz por medio de una poesía, que Cristo ha resucitado. En el instante a la Virgen se le despoja del velo negro y capa morada que la cubre, se abre la “carxofa” y multitud de aleluyas, palomas y pájaros vuelan por los aires. El estandarte de la Reina se sitúa en la mano de Jesucristo y el sacerdote que preside la procesión entrega a la Reina una palma bellamente trabajada. A partir de ese instante, en alegre algarabía, miembros de las hermandades, Reina y su cortejo y todos los que han participado en el Encuentro se dirigen hacia la Parroquia de la Asunción de Ntra. Sra. donde se celebra la Misa de Resurrección. Al finalizar la misa, las hermandades acompañaban hasta su parroquia a la Virgen de Ntra. Sra. de Monte-Sión, que es conducida por la Hermandad de Ntra. Sra. de los Dolores, juntamente con la Reina y sus camareras y pajes.
El encuentro de Jesucristo resucitado con la Virgen María, su madre, marca las celebraciones propias del Domingo de Resurrección.
No tenemos testimonios más antiguos de la celebración del Encuentro Glorioso en Torrent que los de principios del siglo XVII. Los libros racionales de la Parroquia de la Asunción de Ntra. Sra., que nos hubieran facilitado esta información, fueron destruidos o quemados en la pasada Guerra Civil (1936-1939) y, únicamente, a través de aquellos que se pudieron salvar, correspondientes a los años 1616, 1617 y 1619, sabemos que se realizaba una procesión el día de la resurrección a cargo de la Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad.
La desaparición de esta cofradía, a mediados del siglo XVII, no fue óbice para que la conmemoración del Domingo de Resurrección no se realizase. El Ayuntamiento, según se desprende de la documentación que poseemos de años posteriores, comienza a nombrar unos clavarios, cada año, que se encargan de la organización de la festividad.
A través del “Manual del Guardián del Convento de Monte-Sión”, correspondiente a los años 1748-1752, conocemos una gran parte de los actos que se efectuaban en este día. Por la mañana se bajaba, en procesión, la imagen de Ntra. Sra. de Monte-Sión hasta la parroquia acompañada por numerosos devotos. Por la tarde regresaba nuevamente la imagen, también en procesión, al Convento, acompañada igualmente por el clero, autoridades y toda la comunidad de religiosos franciscanos que previamente se había desplazado hasta la iglesia. Hemos de suponer que después de la celebración de la Misa de Resurrección, a media mañana, tendría lugar, en la plaza, el Encuentro entre la Virgen María y Jesús resucitado.
Merece destacarse que para la realización del Encuentro Glorioso se utilizaba ya en el siglo XVIII, al igual que en la actualidad, la imagen de Ntra. Sra. de Monte-Sión, una de las advocaciones más antiguas que posee Torrent.
A lo largo del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX poco debió cambiar la forma de realizar el Encuentro en este día. El esplendor de la fiesta correspondía a los clavarios nombrados que, junto con otros amigos o familiares, formaban una extensa clavaría encargada de recaudar los fondos necesarios para las celebraciones.
Un hecho singular en este día lo constituye la presencia de la Reina del Encuentro que, junto con sus camareras y pajes, presidía el Encuentro. Ésta era elegida de entre los familiares de los clavarios o por el propio Ayuntamiento, si fallaban éstos. Los hermosos trajes que llevaban, de variados colores, se solían alquilar en la ciudad de Valencia y se lucían con todo esplendor. Durante la procesión, la Reina portaba una hermosa palma bellamente trabajada y las camareras sendos tabaques que contenían una paloma, que echaba a volar en el momento del Encuentro. Una indiscutible alegoría del triunfo sobre la muerte y una manifiesta alusión al Espíritu Santo simbolizado en la paloma.
La interrupción que supuso la Guerra Civil (1936-1939) vino a modificar, con posterioridad, el desarrollo del Encuentro: el restablecimiento de las hermandades anteriores a la guerra, el surgimiento de otras nuevas en la década de los años cuarenta, y, sobre todo, la creación de la Junta Central de Hermandades que tomó a su cargo la organización de los actos concernientes al Domingo de Resurrección.
La Hermandad de la Vera Cruz y Cristo Resucitado y la Hermandad de la Virgen de los Dolores serán a partir de ahora las portadoras de las respectivas imágenes de Jesús Resucitado y la Virgen de Monte-Sión. Junto a ellas se organiza un enorme cortejo con el resto de las hermandades. Unas acompañan a Jesús Resucitado desde la Parroquia de la Asunción de Ntra. Sra. y otras a la Virgen de Ntra. Sra. de Monte-Sión desde la parroquia de su mismo nombre. Al llegar a la plaza ambas procesiones, comienzan a entrecruzarse los miembros de las distintas hermandades, dando lugar a un colorido y plasticidad dignos de encomio, recreado con el sonar de trompetas y repiqueteo de tambores.